Las personas entran y salen de la tristemente célebre casa de la calle Aramberri, sobre todo, de esa habitación donde, dicen, sucedió el crimen que marcó a la Ciudad de Monterrey para siempre.
Ahí, la mañana del 5 de abril de 1933, doña Antonia Lozano y su hija Florinda Montemayor fueron asesinadas por un familiar -Gabriel- y dos cómplices para robarles dinero.
Este miércoles la casa de sillar, testigo del doble feminicidio, reabrió sus puertas luego de casi un siglo de abandono, convertida en restaurante de hamburguesas y tacos.
En el jardín, ya a punto de oscurecer, un grupo musical entretiene a los comensales. Uno de los músicos canta: “Porque el perico decía: ‘no me mates, Gabriel’”.
El lugar está lleno. La mayoría de los visitantes recorre las habitaciones, celular en mano, atraídos por el escenario de una de las leyendas de horror más conocidas del Estado.
Quienes esperan su orden platican entre ellos sobre el significado de estar dentro de esa casa, tras años de observarla, curiosos, desde la calle. Hoy el inmueble luce limpio y con un techo de lámina. El original cayó bajo el peso del tiempo.
¿Presencia fantasmal?
Hay quienes, quizá sugestionados ante la tragedia ocurrida en el sitio, sienten cierto malestar físico. “Me siento muy mareada, como asustada”, dice Mirna Torres, de 47 años, quien arribó al restaurante con su esposo e hija.
Le comenta a Karla Silva, de la mesa de enfrente, que le duele la cabeza: tal vez por una extraña presencia fantasmal o porque desde las 16:00 horas estuvo bajo el sol haciendo fila para ingresar al establecimiento.
“Siento una vibra pesadita, pesadita”, comparte Karla, quien llegó con su mamá y sus hijos. “Le voy a pensar para entrar al baño porque es ahí donde estaba el baúl (que guardaba el dinero robado)”.
Si bien se anunció que el restaurante La Casa de Aramberri, ubicada en el número 1026 de esa céntrica calle, inauguraría a las 17:00 horas, no fue sino hasta dos horas después que los comensales, ya entonces desesperados, pudieron entrar.
La larga fila para el ingreso, sin embargo, despertó la curiosidad de transeúntes y automovilistas, quienes por momentos detenían su marcha.
En la fila había un investigador de lo paranormal con una muñeca de porcelana que era, decía, la menos poseída de su colección; una botarga de un programa de internet, y hasta dos hermanitas peinadas de manera extravagante y vestidas como el malévolo muñeco “Chucky”.
Una experiecnia peculiar
Zinnia Lara, gerente del restaurante, afirma que ningún sacerdote pudo acudir a bendecir el negocio. Ella pedía a los comensales respeto para doña Antonia y Florinda.
“Hay una presencia muy fuerte de una mujer que se aparece por la ventana que está por allá y hay fotos de esa sombra”, cuenta. “Creemos que es doña Antonia, por la corpulencia, según las fotos que tenemos”.
“En el interior de la casa hay ciertas presencias, pero más tranquilas. Yo las más fuertes las siento acá afuera”, añadió.
En el exterior, dice, hubo gente que a lo largo de los años realizó trabajos de brujería, santería y satanismo.
Por su trágica historia, por la leyenda sobrenatural que protagoniza o, quizá, por esas energías que los creyentes de lo sobrenatural aseguran resguardan esas paredes de sillar, cenar aquí una hamburguesa o unos tacos es una experiencia, digamos, extraña.