De todos los argumentos en contra de la energía nuclear en México, el de los altos costos que implica la construcción de la compleja infraestructura para producirla quizá sea de los más fácilmente rebatibles.
“Con lo que se gastó, por ejemplo, en la (refinería de) Dos Bocas, tranquilamente se hubiera construido un par de reactores nucleares; con los 20 mil millones de dólares que terminó costando, se hubieran construido sin problema dos reactores en la Central Nucleoeléctrica Laguna Verde. De ese tamaño es la inversión, más o menos”, ilustra en entrevista el físico matemático y doctor en ingeniería Armando Gómez.
“Es totalmente viable construir más plantas nucleares (en México)”, continúa el experto, miembro del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ). “De hecho, deberíamos de hacerlo, porque la energía nuclear es el aliado perfecto, junto con las renovables, para hacerle frente al cambio climático”.
Así lo plantea Gómez, también ex presidente de la Sociedad Nuclear Mexicana, resaltando que una de las grandes ventajas de esta fuente de energía es que no hay emisión de gases de efecto invernadero, cuya acumulación en la atmósfera es una de las principales causas de la actual crisis climática.
Mientras en una central nuclear se produce electricidad a partir del calentamiento de agua para que el vapor resultante impulse turbinas acopladas a generadores eléctricos, que es como ocurre en una termoeléctrica, en esta última eso se hace mediante la quema de carbón, combustóleo o gas natural, y en la primera es por efecto de la energía que se libera en grandes cantidades en una fisión nuclear; reacción por la que un átomo se divide.
No es fortuito que en el marco de la 28 Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, 22 países se comprometieran a triplicar la potencia nuclear instalada, reconociendo el papel clave de esta fuente energética para alcanzar un balance neto de cero emisiones de gases de efecto invernadero.
“Si queremos de verdad marcar una diferencia, tenemos que considerar la construcción de más plantas nucleares, eso es un hecho. Y por supuesto que tenemos que parar de quemar combustible fósil”, insta Gómez, advirtiendo que el uso de autos híbridos o eléctricos en realidad no supondrá una verdadera solución hasta que se “limpie” la electricidad que los impulsa.
“Si vamos a reemplazar los autos que queman gasolina por autos eléctricos, pero esa energía eléctrica se genera quemando carbón en una carboeléctrica, o quemando gas natural, pues realmente no estamos resolviendo el problema”, refrenda. “Y si poco a poco ya el mundo se está moviendo a un mercado de autos eléctricos, una refinería, desde mi punto de vista, ya no era tan necesaria ahora”.
Otra ventaja importante, abunda Gómez, es la alta densidad energética contenida en los núcleos de los átomos. Por ejemplo, una pastilla de dióxido de uranio, con una dimensión similar a la de dos aspirinas apiladas una encima de otra, tiene tanta energía como prácticamente una tonelada de carbón.
Comparada con petróleo, la misma pastilla equivale a tres barriles; “y para igualar la energía almacenada que tiene esa pastilla tendríamos que quemar dos toneladas de madera, 2 mil kilos de madera, o 481 metros cúbicos de gas natural”, prosigue el especialista del ININ, enfático en cuanto a que los productos de la fisión, que son altamente radioactivos, no se liberan al ambiente, sino que se inventarían y almacenan en las centrales nucleares.
En Francia, refiere Gómez, sus más de 50 reactores nucleares proporcionan arriba del 75 por ciento de la energía del país; “por eso tiene la energía eléctrica más barata de Europa, y es el país que menos contamina”.
México, en contraste, sólo cuenta con dos reactores, ambos en la mencionada central de Laguna Verde, en Veracruz, que a tres décadas de su puesta en operación siguen produciendo el 4 por ciento de la energía eléctrica del territorio nacional.
“Desde que empezó la construcción, la operación, hay gente que cada fin de semana se manifiesta en contra de la planta (diciendo) que va a explotar, que les va a causar algo, que no sé qué. Y la unidad 1 (el primero de los dos reactores) ya tiene 34 años operando. Más allá de lo que yo pueda decir para echarle porras a Laguna Verde, la planta se defiende por sí sola”, destaca Gómez.
“La unidad 1 tiene 34 años; la unidad 2 va a cumplir 30 años operando, generando empleos, siendo un detonante económico para la región. Entonces, está comprobadísimo que la planta ha cumplido muy bien, ha generado empleos y la operan ingenieros mexicanos”, destaca el experto, seguro de que esta experiencia sustenta la viabilidad de un México impulsado por energía nuclear.
¿Limpia y viable en verdad?
Para hablar de la histórica relación de México con la energía nuclear, la física y doctora en historia de la ciencia Gisela Mateos evoca las palabras del ex Presidente Adolfo López Mateos: “No somos un país rico para malgastar nuestros recursos en juguetes caros”.
“América Latina tiene una larga historia, entre otras cosas, de crisis, golpes de Estado, pobreza, de problemas no resueltos esenciales como la educación y la salud. Entonces, estos temas de lo nuclear se vuelven cuestiones fuera de la discusión y fuera de las posibilidades inclusive del futuro”, dice a REFORMA Mateos, estudiosa del uso de las tecnologías nucleares en el continente.
“Diría que en México hay un problema de analfabetismo científico tan grande que no hemos entrado de modo completo como sociedad a la discusión de lo nuclear”, agrega la académica del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
Respecto a si en verdad constituye una alternativa de energía limpia, Mateos se muestra reservada, y añade: “Si hay un escape, una liberación de radiactividad, pues ya vimos los efectos. (El accidente de la central de) Chernóbil es el caso más fuerte que conocemos en los últimos 50 años, que nos impactó socialmente”.
“Se necesitan una serie de infraestructuras para mantener estable un reactor, que esas yo creo que sí son caras y sí son complicadas, y requieren un compromiso también de seguridad muy elevado”, enfatiza.
En México, no obstante, hasta el momento no se han reportado incidencias de ese tipo en Laguna Verde, que es donde se ha concentrado el movimiento antinuclear mexicano, especialmente a través de las “Madres Veracruzanas”; “se han quejado y han hecho denuncias los últimos 25 años sobre efectos que ellas perciben a partir de la inauguración de la central”, detalla Mateos.
“A mí me parece que Laguna Verde ha sido viable. Se echó a andar, y ya tiene 34 años funcionando; realmente, sí ha servido, y no hemos tenido un gran accidente. Si ha habido accidentes menores o no, es algo que no se ha filtrado”, indica la académica. “En ese sentido, no tenemos ningún elemento para decir que ha hecho daño, que es perjudicial”.
Sin embargo, la mayor reserva de Mateos, que además observa que en México cada vez hay menos jóvenes interesados en el sector nuclear, radica en que la manera en que se ha decidido utilizar la energía nuclear le parece arraigada profundamente en la desigualdad y la violencia.
“Y no lo puedo desligar del tema de los reactores nucleares de producción de energía eléctrica porque su origen tiene lugar en el mismo espacio: el Proyecto Manhattan (génesis de la bomba atómica), que es un proyecto de guerra. Hay que entender esta historia para entender cómo y por qué se han acomodado los países en una u en otra dirección respecto al uso de la energía nuclear”.
En el caso de Japón, principal afectado por los bombardeos atómicos, es gracias a la energía nuclear que se han podido industrializar y tienen una sociedad menos desigual, a decir de Mateos.
“Las infraestructuras, si son buenas o malas, dependen del uso político y social que se les dé. En ese sentido, yo no diría ‘¡Qué viva la energía nuclear!’ o ‘¡Abajo la energía nuclear!’. ¿Quién, cómo, en dónde y para qué? Hay que responderse muy bien estas preguntas para poder generar una opinión muy concreta y muy localizada”, exhorta la académica.
“Tenemos que seguir la línea de dónde se saca el uranio, ver las condiciones de los mineros en el mundo también para ver la profunda desigualdad que existe en el proceso de la producción de energía eléctrica a partir de fuentes nucleares”, suma Mateos. “Si esa desigualdad se mantiene, y si produce más pobreza y más asimetría en el mundo, yo diría que entonces no (es viable la energía nuclear)”.
Sin mejoría a la vista
Si la energía nuclear resulta tan ventajosa y en línea con los compromisos para reducir emisiones de contaminantes, ¿a qué se debe el completo desinterés por parte del Estado mexicano hacia el tema?
Para Gómez, el problema está tanto en el pesado estigma con el que todavía carga la sola palabra “nuclear”, como en la falta del apropiado asesoramiento por parte de los tomadores de decisión.
“Mientras el político no esté bien asesorado, o no lleve un buen plan y vaya de la mano con un experto que lo defienda, pues las cosas difícilmente van a avanzar”, opina el físico egresado de la primera generación de la World Nuclear University.
“También la sociedad tiene todo el derecho de decir: ‘Es que eso me da miedo porque no lo conozco'”, prosigue. “Pero si la gente se informara, se convenciera, a lo mejor la misma gente podría empezar a meter un poco más de presión en que vinieran planes integrales que resuelvan de veras el problema del cambio climático”.
¿Cuáles son sus expectativas para la energía nuclear en México los próximos años?
Si los políticos se quitan la gorra del partido político y del quedar bien, y se ponen la gorra o la playera de México, tendría que venir un plan nuclear.
Quien tiene amor por México, quien entiende la parte científica, quien entiende todos los beneficios que trae la energía nuclear, debería dar ese paso.
Un programa nuclear incluso daría un respiro al ININ, brazo tecnológico de la Secretaría de Energía (Sener) en cuestiones nucleares, donde se ha vuelto frecuente que cada año haya fricciones con el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear por cuestiones como pagos inferiores al salario mínimo; “una reactivación nuclear sería oxígeno puro para el ININ”, estima Gómez.
“Somos los primeros que estaríamos felices de que viniera una noticia en ese sentido. Pero la realidad es que en México la parte de la ciencia siempre ha estado castigada, eso no es un secreto para nadie. Entonces, cada vez se vuelven más complejas las negociaciones porque hay poco presupuesto.
“No se pueden renovar infraestructuras o no se puede contratar a gente nueva, etcétera”, lamenta Gómez. “Sin embargo, repito: el anuncio de un programa nuclear, y no sólo el anuncio sino ya la decisión de ir por un programa nuclear bien integrado, bien estructurado, eso sería oxígeno puro para el ININ”.
Mateos, por su parte, no ve que en los próximos años vaya a haber inversión por parte del Gobierno de México en el sector nuclear.
“Me parece que la apuesta no va a ser la producción de energía eléctrica con reactores nucleares, sino fuentes alternativas de energía. Creo que se va a mover mucho más en esa dirección este País.
“Además, la doctora Claudia Sheinbaum es una especialista en fuentes alternativas de energía”, exalta Mateos. “Entonces, me parece que el equipo que va a estar alrededor de ella es gente que va a pensar muy bien cómo se puede seguir produciendo energía eléctrica de maneras distintas y, por supuesto, produciendo menos huella de carbono”.
En 2021, la ex titular de la Sener, Rocío Nahle, informó que tal dependencia, en conjunto con la Comisión Federal de Electricidad y el ININ, trabajaba para sentar las bases y que la Administración siguiente considerara la construcción de más centrales nucleoeléctricas. El todavía Presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho explícita su postura de que con Laguna Verde es suficiente.
Por ahora, la virtual Presidenta electa no sólo ha descartado la construcción de una nueva refinería, sino también que tenga contemplados proyectos de energía nuclear durante su gestión, que arranca el 1 de octubre.