Cómo un médico y sus amigos redujeron sus impuestos en EE.UU. con piezas prehispánicas procedentes de México

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Nashville, EU.- Cuando Bonnie Seymour aceptó el puesto de asistente de curaduría del museo Parthenon de Nashville, una de las primeras cosas que hizo fue echar un vistazo a las colecciones. Entre cuadros de artistas estadounidenses y recuerdos de la Exposición del Centenario de Tennessee de 1897 -suceso para el que se construyó el recinto-, encontró una serie de piezas prehispánicas procedentes de México.

Los objetos casi no tenían datos de identificación y Seymour prácticamente no sabía nada de ellos. Pero sí sabía que no era adecuado tenerlos almacenados en Nashville.

“Lo primero que pensé fue: ‘bueno, va a ser repatriado. Tiene que irse a casa'”, dice en entrevista.

Esta convicción dio lugar a la exposición La repatriación y su impacto, a la par de una investigación para dar con los orígenes de este acervo; Seymour encontró que todo empezó como una estrategia para deducir impuestos.

En busca de antigüedades

Corría la década de 1960 y Rich Montgomery cuenta que su padre, un médico de Oregon, y unos amigos buscaban formas de reducir sus impuestos. De algún modo, se les ocurrió la idea de utilizar donaciones a museos a cambio de deducciones fiscales.

Para conseguir objetos que donar, enviaron a México a Rich -entonces un joven universitario- y a su hermano. Rich había cursado un año de secundaria en el puerto de Mazatlán y estaba familiarizado con las esculturas de cerámica denominadas “perritos de Colima”, representaciones que solían colocarse en tumbas prehispánicas en esta región del País.

“Así que nos dirigimos directamente a Colima y empezamos a preguntar por ellos”, narra. En los pequeños pueblos de la región, la gente se los vendía sin valorar su importancia.

Entre las piezas que adquirieron había estatuillas y ocarinas. Montgomery subraya que no intentaron sacarlas de contrabando.

“En ningún momento pensamos ni sentimos que estuviéramos haciendo nada ilegal”, señala. “Enseñábamos estas cosas a las autoridades mexicanas cuando salíamos del país, y a esos tipos les importaba un comino. Y cuando entrábamos en Estados Unidos, se los enseñábamos a los aduaneros de este lado. Y las reglas de entonces eran muy claras. Si era una antigüedad, de más de 100 años, no se cobraban impuestos. Y nos marchábamos”.

La repatriación

México tenía leyes, incluso en ese entonces, para evitar que piezas arqueológicas salieran del territorio, pero no se aplicaban de manera uniforme, explica Javier Díaz de León, Cónsul general de México en Atlanta, que ha estado trabajando con Seymour en la repatriación del acervo.

En los últimos años, la gente se ha vuelto más consciente de las cuestiones éticas que plantea la retención de objetos procedentes de otros países sin la debida autorización, agrega.

“Hay mayor conciencia. La gente acude a nosotros, está acudiendo a nosotros, de todo el mundo, diciendo voluntariamente: ‘Tengo esto. Llegó a nuestras manos. Pero no creemos que debamos tenerlo. Creemos que pertenece al pueblo mexicano’. Y ese es el tipo de transición que nos alegra mucho”, dice el diplomático.

El Cónsul no tiene más que elogios para Seymour.

Hace dos años, cuando empezó esta tarea, el Parthenon carecía de una política de desadquisición, el retirar objetos de una colección. Mientras tanto, los estatutos de Nashville exigían que las piezas se les diera trato de bienes excedentes, que normalmente se redistribuyen dentro del Gobierno metropolitano o se venden en subasta.

Seymour trabajó con los concejales en una ordenanza que permitiera su devolución a México. Fue aprobada en mayo pasado, pero se trataba de una solución única para un caso específico. Su siguiente paso es revisar dichos estatutos.

Mientras tanto, espera que la colección encuentre un hogar más apropiado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), donde encajará con el resto de las colecciones que custodia.

“Espero que los investiguen y los exhiban”, dice la curadora.

Aunque le entristece que la colección se vaya, Seymour ha encargado un modelo impreso en 3-D de un perrito de Colima que pueden utilizar para seguir contando la historia. En última instancia, la repatriación es lo correcto. En el Parthenon “no se está utilizando. Es un desperdicio”.

Pugna por transparencia

Montgomery no tiene ni idea de cómo su padre entró en contacto con el Parthenon, que gestiona un pequeño museo dentro de una réplica a escala real del antiguo templo griego en el parque Centennial de Nashville.

Como sea que haya pasado, el museo cuenta ahora con 255 piezas prehispánicas donadas por Montgomery y alguien llamado Edgar York, de quien se sabe poco.

Esa falta de información forma parte de la idea de la exposición, que muestra una selección de pequeños objetos, imágenes zoomorfas, vasijas de cerámica, instrumentos musicales y herramientas de mano de la colección con sólo etiquetas genéricas, pues se desconoce su procedencia exacta.

Seymour señala que una investigación realizada por estudiantes de la Universidad de Vanderbilt en la década de 1990 planteó cuestionamientos sobre la autenticidad de algunas piezas. Una revisión de 2014 determinó que estaban “fuera de la misión del Parthenon”.

Algunas personas pueden tener una actitud de “quien lo encuentra se lo queda” hacia las iniciativas de repatriación, mientras que otras culpan a los museos por retener obras saqueadas de otros países, por lo que Seymour quería ser muy transparente.

“Los museos no son instituciones malvadas que intenten mantener las cosas de las personas lejos de ellas. Realmente estamos intentando averiguar qué hacer”, dijo sobre el acervo que espera ser restituido a México.

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