Crónica de mi jornada electoral

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Por Antonio Quintal Berny

Hace 9 años, en las elecciones de 2015, colaboré como ciudadano en una casilla electora y hoy, el 2 de junio de 2024, nueve años después, lo volví a hacer.
Ambas experiencias fueron exactamente igual, bañadas de complejidad, un sinfín de fuentes de errores, tortuosas, lentas y largas, largas jornadas. Mucho cansancio, sudor, hambre y sed.
En 2015, la jornada inició a la hora que estábamos convocados, 7:30 de la mañana, con el objetivo de abrir la casilla a las 8. Pues no, los funcionarios de casilla que llegaron, lo hicieron a la hora que pudieron y la mayoría no llegó. Días antes habíamos asistido a reuniones de capacitación para todo el proceso, desde el armado de los canceles de votación, hasta el llenado de cada una de las chorrocientas formas que debían de llenarse antes y después del periodo de recepción de votos que era de las 8 a las 6 de la tarde.
Esas dos o tres sesiones de capacitación no sirvieron mucho porque a unas fueron unos a otras fueron otros y el día de las votaciones la mayoría de los que se presentaron o que se invitaron de la cola, no sabían nada de nada del proceso.
Eso, por principio hizo que armar el rompecabezas de las actividades previas al inicio de las votaciones, se demorara, y en vez de empezar a las 8, empezó después de las 9 de la mañana, con la consecuente molestia y hasta encabronamiento de los ciudadanos que estaban haciendo cola para votar y recordando a las madrecitas de los funcionarios de casilla.
En 2024, teniendo en cuenta la experiencia de 2015, llegue a la casilla a las 7 de la mañana con la esperanza de armar todo el tinglado para empezar a recibir votantes a las 8. Pero, otra vez, faltaron funcionarios y tuvimos que recurrir a invitar a gente de la cola a que nos apoyara, afortunadamente se completó la mesa de la casilla, pero el tinglado quedo listo también, después de las 9, como hace 9 años. El proceso, en esencia es el mismo; largo y confuso y, por supuesto, también esta vez hubo recamos de los votantes en fila y desde luego metadas de madre. Uno de los pasos de votación es del de sellar cada imagen de la credencial de elector en la lista nominal. Para este proceso, el paquete de instrumentos contiene un cojín, un sello y un tubo de tinta. Hace 9 años, no me pareció relevante, pero ahora, ¡la tinta estaba seca! Pues a conseguir tinta en otras casillas.
Mi conclusión es que lo que se tiene que disponer para iniciar las votaciones dura, al menos una hora y media, si todos los que participan han recibido capacitación. Así que, en el mejor de los casos, para abrir las votaciones a las 8 de la mañana, debe empezarse a armar todo, como muy tarde, a las 6:30 de la mañana. Otra es reinventar el proceso y hacerlo más fácil, más sencillo y más eficiente.
La recepción de votos, inicia lenta, pero va mejorando por la curva de aprendizaje y a después de una hora del inicio ya fluye con normalidad y rapidez, pero empiezan otros problemas como que el votante no está en la lista nominal, trae vencida su credencial de elector, es una persona discapacitada y requiere apoyo adicional, ésta registrado en otro centro de votación, etc. A todas estas situaciones hay que darles una respuesta amable y que la acepte el votante.
Llegadas las 6 de la tarde, la hora de cierre de la casilla, se dan otro tipo de problemas, aparecen mirones, reporteros y encuestadores tratando de entrar a local de votación y se confunden con los muchos que llegan después de la hora de cierre a intentar votar, que se encabronan al recibir una repuesta negativa y se van echando pestes y madres.
Empieza el conteo poco después de las 6 de la tarde e inicia un mercado de negros. Para empezar, hay muchos formatos distintos que deben llenarse, además de un cartelón y hay sobres para todos tipos de votos, los buenos, los nulos, los depositados en urnas diferentes, los dañados, los de cada informe, el del PREP, etc. Y empieza el conteo de cada urna. En esta ocasión fueron cinco, presidencia, senaduría, diputación federal, diputación local y alcaldía.
Ya para esta hora, todos los funcionarios tienen al menos 10 horas de trabajo y están cansados, hambreados, aturdidos, sudorosos y apestosos. No nos aguantamos ni nosotros mismos.
Lo que sigue es peor, hay que contar, recontar y volver a contar para que cuadren los números ¡que no cuadran! Y aumenta el cansancio y la frustración de todos. Por acuerdo entre los funcionarios y los representantes de partidos, a veces se dejan las cifras sin cuadrar o se cuadran mágicamente, nada del otro mundo que ponga en riesgo la veracidad del resultado.
En este último paso, no hay quien argumente una urgencia y pida retirarse momentáneamente, para no regresar jamás u otros que abiertamente se van, porque se van y el trabajo remanente tienen que hacerlo menos gente.
Llegado a feliz término el conteo y llenando de reportes, actividad que dura como 5 horas, hay que armar los paquetes que deben llevarse al almacén electoral y eso, ¡nadie puede hacerlo! Todos tiene algo que hacer, como recoger niños, llevarle comida a la abuelita, ir a trabajar temprano y mil y un pretextos. Afortunadamente siempre hay alguien que lo hace.
El último paso de la jornada electoral, la entrega de paquetes, si mejoró en 9 años; en 2015, era un tumulto de gente esperando a que le recibieran sus paquetes, y el proceso de recepción era lento, lento. Yo llegué a las 11 de la noche y entregué a las 3:30 de la mañana. Desde el inicio hasta el final, trabaje ¡20 horas seguidas! En 2024, inicié a las 7 de la mañana y terminé a la 1 de la mañana. ¡18 horas! Do horas menos que en 2015.
Con razón, muchas personas no quieren ser funcionarios electorales, saben que se enfrentan a una jornada continua de más de 15 horas de trabajo haciendo funciones complejas con muchas posibles fuentes de errores en todas las actividades. Casi pudiera aseverar que en cada casilla se comenten numerosos errores involuntarios, que esperemos no comprometan el resultado de la casilla y el conteo general de votos. Todos los que trabajan y observan, funcionarios y representantes de partidos, lo hacen de la mejor forma y con la mayor buena voluntad. En las casillas, es imposible hacer fraudes, a pesar de lo sofisticado del proceso.
El sistema de votación parece que lo diseño el enemigo y está muy mal hecho. Una verdadera reforma electoral debe de partir por hacerlo más eficiente y confiable y, ¿Por qué no?, usar más la tecnología o ver casos de éxito en otros países para replicarlos.
Cuando constate que esto se hizo, volveré a participar, si no, no.

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