Por Nazario Medina
Fue en la elección en 1988 que ganó Carlos Salinas la presidencia de México cuando votaron por última vez los muertitos.
La oposición documentó el fraude electoral, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano obtuvo rotundo triunfo, pero al cierre del día se cayó el sistema y Salinas se fue arriba.
La siguiente elección se estrenó el Instituto Federal Electoral (IFE) y el sonorense Luis Donaldo Colosio Murrieta iba muy arriba en las encuestas y lo asesinaron.
En copiosa votación Ernesto Zedillo, quien suplió al muerto se convirtió en presidente de México; el IFE funcionó porque nadie salió de su tumba a votar.
Ahora haces cola en la casilla, nadie debe arrimarse a sugerirte gallos, toca tu turno, presentas tu credencial de elector, te ubican en la lista nominal, te dan las papeletas, te untan tinta endeleble en el dedo gordo y cumples tu obligación civil. Chingón.
Al final de la jornada y bajo la mirada de los representantes de los candidatos se cuentan uno por uno los votos, se levanta el acta de escrutinio, todos la firman de conformidad y si vinieron los finados, no votaron.
Tenemos un buen proceso de votación y no los quieren quitar para que se caigan otra vez los sistemas y salgan de sus ataúdes los muertitos a sufragar.